Friday, June 01, 2007

celia cruz y yo

Fue aquella noche de trabajo como mesonero de fiesta que tuve una agradable sorpresa, como cualquier otra noche llegaba en mi motocicleta a la dirección que me habían dado cuidadosamente, aparcaba, trataba de arreglar mi aspecto demolido y arrugado del viento, usaba la pajarita y peinaba mis cabellos, y luego entraba con mucha precaución y eduación a saludar al dueño del negocio, quién agradaba de mi y mi prescencia y a mis demás jefes y superiores, unos de los cuales no agradaban tanto quizá por sentir comprometido su trabajo o por pura competencia intralaboral. Esta noche no era de fiesta, ni de recepción, por alguna razón era algo dirferente. Me dí cuentas que no habría jardín, nio espacio al aire libre, en cambio era una cena muy glamorosa en un apartamento en Key Biscayne, de una familia sumamente pudiente exiliada de Cuba, y mientras nos acomodábamos en la cocina del apartamento y preparábamos todo, oí por encima de los hombros de alguno de los doce compañeros que la invitada de honor de la cena era la enferma Celia Cruz, finalmente teníamos todo listo, y la emoción hizo que gustase de mi trabajo y lo efectuase bien. De repente dijeron, todos listos a sus posiciones, yo sostenía una bandeja de copas de champaña y unas botellas. El ruido del asensor hizo que los invitados y los empleados volteásemos todos hacía la entrada, y así se abrío el ascensor y la negra siempre con su distintivo carismo grito “Hola a todos!!!”, espere mi turno para verla de cerca y hacer algún tipo de contacto visual con ella, llegó mi turno a los pocos momentos y jamás habría visto un cutis tan erosionado, recordabame del asfalto, una mujer cuya fealdad se disolvía en su propio éxito y espíritu. Admirable y querida, seguramente buena. Fue así como cada vez que le ofrecía algún d´ovres o bebida contestaba “No mi cielo”. Su esposo también se encontraba ahí y lleno los espacios de conversación y recuerdos siempre que Celia estuviese demasiado cansada para entretener a los demás. Comieron y bebieron. Y finalmente se fueron. Pocos meses después lei en las noticias que había fallecido, lo siento por su esposo quién aprendí que fielmente había durado toda su carrera a su lado y parecía muy dependiente de ese espíritu alegre, único y caritativo.
Noches de trabajo hubo cien, todas distintas, todas divertidas. Otra gran fiesta era en la calle Old Cuttler Rd. De Coral Gables, en la residencia de los Roncadela de la Republica de la Argentina que según entendía eran los magnates de los sistemas de monitoreo de tarjetas de crédito, y participantes mayoritarios de la construcción de la argentina. Fue impresionante abrir el garaje de la casa y encontrar tres automóviles rojos casi idénticos, todos Ferraris, uno al lado del otro y este último debajo del tercero elevado en una especie de mini grua. En la entrada de la casa un Bentley plateado del mismo año. A veces llegaba sin haber comido y antes de sacar las ordenes y pasar los pasapalos aprevechabapara ir haciendo un pcoo de estomago, igual con los tragos, los cuales disfrutaba enormemente, vinos, champaña, cosmopolitans.

Muchas otras fiesta tomaron lugar en el templo Judio de Miami Beach, donde ya me había convertido un habitual, y también difrutaba de la presencia de otra mesera de origen argentino creo, también creo se llamaba Veronica, lo que si no he olvidado es ese gran culo que le quedaba ajestado dentro de los negros pantalones del uniforme. Fueron varios Bar Mithzva, ,…..
Siempre salìa llevando alguna botella, whisky, ginebra, y fumaba algo de marihuana al final de la fiesta, bajaba un último trago por mi garganta y encendía la motocicleta, daba una vuelta por Miami Beach a las dos o tres de la mañana, ya no me provocaba entrar en ningún otro bar o discuteca a esa hora y con mi uniforme de mesero, así que luego de disfrutar la escena y las mujeres desde la motocicleta tomaba la autopista hasta el extremo contrarío de Miami, una media hora a máxima velocidad. Silvando, cantando o gritando dentro del casco por la falta de algún radio.

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