Thursday, December 01, 2022

Pensar lo impensable Por Giovanna Borradori (Recuperando escritos Gmail 2004)

Pensar lo impensable



La filosofía en una época de terror

Hacia fines de 2001, los filósofos Jürgen Habermas -alemán-y Jacques
Derrida -francés, recientemente fallecido- tenían comprometidas sendas
conferencias en Nueva York. Los sucesos del 11 de septiembre
alteraron, inevitablemente, la agenda de temas por desarrollar. «No
solamente es imposible no hablar de este tema -afirma Derrida-, sino
que uno siente, o se le hace sentir, que le está prohibido (no se le
da el derecho de) empezar a hablar de cualquier cosa, sobre todo en
público, sin cumplir con esta obligación y sin hacer una referencia,
en el fondo siempre ciega, a esta fecha». En ese marco, Giovanna
Borradori, filósofa y periodista cultural, decidió entrevistarlos.
Ambos diálogos acaban de aparecer en español con el título de La
filosofía en una época de terror, acompañados por dos ensayos que las
ponen en contexto.

La entrevista a Derrida comienza, como no podía ser de otro modo
tratándose del padre de la deconstrucción, con una incursión en el
lenguaje. Derrida no acepta sin más que, tal como insiste Borradori en
la conversación, el 11 de septiembre se haya producido un
"acontecimiento mayor". En su opinión, para que se tratara de un
acontecimiento lo sucedido debería de haber sido imprevisible e
incomprensible. Derrida no está seguro de que haya sido ninguna de las
dos cosas. Por otro lado, ¿qué lo convertiría en algo "mayor"? ¿La
cantidad de muertos? Matanzas mayores, sostiene el filósofo, han
producido norteamericanos o europeos en el Tercer Mundo. Lo que en
este caso genera una "conmoción mundial" es que el ataque fue dirigido
contra quien, desde el fin de la Guerra Fría, es el garante del orden
mundial.

Avanzando en su planteo, Derrida se concentra en tres aspectos de lo
que llama un "proceso autoinmune", un proceso en el que de modo
suicida algo atenta contra sí mismo. Que aquí se trata de un proceso
autoinmune lo muestra, en primer lugar, el hecho de que la agresión
provino en buena medida no del exterior sino del interior de los
Estados Unidos. No sólo porque los atentados fueron perpetrados con
armas -aviones- norteamericanas, sino porque los suicidas que
impactaron con ellas en las Torres fueron entrenados por
norteamericanos y en su propio suelo. En segundo lugar, Derrida se
pregunta por el efecto traumático que las huellas del terror dejan en
los cuerpos. No se trata, sostiene, de un efecto producido por lo que
pasó, sino por el terror a lo que puede suceder: "el traumatismo es
producido por el porvenir, por la amenaza de lo peor por venir más que
por una agresión pasada y ?terminada´". Y ese peligro futuro tiene la
forma sin forma de una amenaza nuclear total detrás de la que no se
encuentran -nuevamente, como consecuencia del fin de la Guerra Fría-
dos estados enemigos, sino "fuerzas anónimas, absolutamente
impredecibles e incalculables". Por último, pero en íntima relación
con lo anterior, Derrida nos advierte acerca del riesgo de que "las
defensas y todas las formas de eso que llaman, con palabras tan
problemáticas, ?guerra contra el terrorismo´, trabajen para regenerar,
a corto o a largo plazo, las causas del mal que pretenden exterminar".
Los aliados de hoy -que, como tales, son habilitados para armarse y
entrenarse según los últimos "avances" tecnológicos y militares-
pueden ser los "terroristas" de mañana.

Otro pasaje destacable de la extensa entrevista tiene lugar cuando la
conversación deriva hacia la tolerancia. Lejos de una adhesión
acrítica a ella, Derrida marca una tajante diferencia entre tolerancia
y hospitalidad: "la tolerancia es el inverso de la hospitalidad". El
discurso desde la tolerancia está siempre del lado del más fuerte, se
presenta "como una especie de concesión condescendiente".

Más previsible que Derrida, Habermas centra su exposición en la
comunicación y la democracia. El terrorismo es para él una patología
de la comunicación de la que son responsables tanto los "terroristas
globales" como los estados que unilateralmente toman medidas que
afectan la vida de los demás. Para hacer frente a esta situación de
perturbación de la comunicación, Habermas sostiene la importancia de
una Ilustración que, desde los medios, las escuelas y las familias,
permita mejorar la práctica comunicativa cotidiana, y de la necesidad
de dotar a una "comunidad de naciones" con el poder real suficiente
para actuar en defensa del cumplimiento de principios universales
básicos, ya que "en el interior de una comunidad política cuyos
ciudadanos se han otorgado recíprocamente los mismos derechos no hay
lugar para una autoridad que pueda fijar unilateralmente los límites
de lo que se tolera".

Un importante acierto del libro está en los ensayos de Borradori que
acompañan a las entrevistas. Porque no sólo colaboran con la
inteligibilidad de las exposiciones de los dos filósofos al
contextualizarlas en un plano más general, sino que permiten que el
texto sea más que una reflexión coyuntural -aunque fundamental, pues
nos da la posibilidad de pensar en uno de los aspectos más oscuros de
nuestro presente- y pueda funcionar como una muy recomendable
introducción al pensamiento de dos de los protagonistas centrales de
la escena filosófica de la segunda mitad del siglo XX.

Por Giovanna Borradori

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